Esta egregia figura del presbiterio diocesano recibió el Santo
Bautismo en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Encarnación de su
pueblo natal el día posterior a su nacimiento. Sobresalió en el Seminario de
san Indalecio de Almería, centrándose en estudiar las cuestiones sociales según
la doctrina eclesial.

Párroco – Arcipreste de su pueblo natal desde el dieciséis de mayo
de 1912, durante un cuarto de siglo santificó a sus paisanos. Para combatir la
pobreza y el desempleo fundó el Sindicato Agrícola Católico y una industria de
alpargatería. Con éxito promovió las vocaciones sacerdotales.
En enero de 1936, ante el beato don Diego Ventaja, profetizó: «
Caeremos muchos, caerán no sólo los mejores, sino los mejores y los peores.
Pero no hay que olvidar las palabras de Jesús a Pedro: “Las puertas del
infierno no prevalecerán contra ella”. Vendrá la Persecución a la Iglesia, pero
después vendrá el resurgir y un nuevo florecimiento. »
Al comenzar la Persecución Religiosa, el veintitrés de julio,
registraron su casa y lo expulsaron del pueblo. Refugiado en el próximo cortijo
de Zelaya, declaró: « Yo he ofrecido mi vida por la salvación de mi pueblo. »
El siervo de Dios, cayendo nuevamente de rodillas, les contestó: « Pues
matadme, yo no puedo más; pero os perdono todo. » Llevado a la dehesa de
Alfahuara el trece de octubre, repartió sus pertenencias entre los milicianos y
alcanzó el martirio a sus cincuenta y ocho años.
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