Esta egregia figura del presbiterio diocesano recibió el Santo
Bautismo en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Encarnación de su
pueblo natal el día posterior a su nacimiento. Sobresalió en el Seminario de
san Indalecio de Almería, centrándose en estudiar las cuestiones sociales según
la doctrina eclesial.
Ordenado presbítero el uno de junio de 1901 en Almería, entregó las
primicias de su sacerdocio a su pueblo natal como Cura Adscrito. En 1909 fue
nombrado Cura Ecónomo de san Sebastián de la ciudad de Almería. Dos años
después, al tomar posesión de la Parroquia de Vera se presentó de este modo: «
Buscadme donde haya un enfermo que auxiliar, un triste que consolar y un pobre
que socorrer. » Una mortífera epidemia probó la verdad de sus palabras,
recibiendo la medalla de oro de la Cruz Roja Española y diversos honores
municipales.
Párroco – Arcipreste de su pueblo natal desde el dieciséis de mayo
de 1912, durante un cuarto de siglo santificó a sus paisanos. Para combatir la
pobreza y el desempleo fundó el Sindicato Agrícola Católico y una industria de
alpargatería. Con éxito promovió las vocaciones sacerdotales.
En enero de 1936, ante el beato don Diego Ventaja, profetizó: «
Caeremos muchos, caerán no sólo los mejores, sino los mejores y los peores.
Pero no hay que olvidar las palabras de Jesús a Pedro: “Las puertas del
infierno no prevalecerán contra ella”. Vendrá la Persecución a la Iglesia, pero
después vendrá el resurgir y un nuevo florecimiento. »
Al comenzar la Persecución Religiosa, el veintitrés de julio,
registraron su casa y lo expulsaron del pueblo. Refugiado en el próximo cortijo
de Zelaya, declaró: « Yo he ofrecido mi vida por la salvación de mi pueblo. »
El siervo de Dios, cayendo nuevamente de rodillas, les contestó: « Pues
matadme, yo no puedo más; pero os perdono todo. » Llevado a la dehesa de
Alfahuara el trece de octubre, repartió sus pertenencias entre los milicianos y
alcanzó el martirio a sus cincuenta y ocho años.
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