Cinco días después de su nacimiento fue bautizado por su tío, el
presbítero don Manuel Rubira Martínez, en la Iglesia Parroquial de san Ginés de
la Jara de su ciudad natal. Du su buen padre, el maestro don Luis, aprendió el
amor para educar a los más pequeños. Siguiendo los pasos de su progenitor
estudió Magisterio, obteniendo con sobresaliente la carrera en 1899.
En 1921, con treinta y nueve años, dejó su trabajo de maestro y
respondió a la vocación sacerdotal. El Obispo fray Bernardo Martínez Noval lo
ordenó presbítero en la Parroquia del Sagrario de la Catedral de Almería el
diez de junio de 1922.
Tan sólo un año después fue nombrado Director de las Escuelas del
Ave María de la Dehesa de la Villa en Madrid. Monseñor Gutiérrez Caridad, que
fue alumno suyo, refería que: « Con aquella misma autoridad con la que hablaba
Jesús a las buenas gentes, don Juan nos hablaba. Ya fuese su predicación
homilética en la capilla; ya fuese en los avisos generales, o bien se tratase
de su labor escolar de cada día en la clase con los alumnos mayores, a la que
yo, muchísimas veces, asistía como oyente. »
La furia de la Persecución Religiosa hizo que los milicianos
prendiesen fuego a las escuelas, obligándole a huir. En Alcázar del Rey,
municipio conquense, encontró refugio en el hogar de la maestra doña Emilia
Fernández. Herreros. Para no poner en peligro a sus anfitriones, junto al Cura
Ecónomo del pueblo, marchó al campo el veinticinco de agosto de 1936.
A las pocas horas fue descubierto por los milicianos y martirizado a
sus cincuenta y cuatro años de edad. Antes de morir, había entregado a doña
Emilia todos los bienes que le quedaban aún en propiedad para que fundara una
beca en el Seminario de san Indalecio de la ciudad de Almería.
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