Sus padres, piadosos labradores del
granadino pueblo de Válor, emigraron a la Argentina en busca de un futuro
mejor. En el lugar de Chilecito, provincia de la Rioja, nació el siervo de Dios
y recibió el Bautismo nueves días después en la Iglesia Parroquial del Sagrado
Corazón de Jesús. Al cumplir diez años, su familia regresó a España.
Muy piadoso y guiado por el ejemplo de su virtuosa madre, doña
Josefa, ingresó en el Seminario de Granada. Su entusiasmo era tal que concluyó
un año antes de lo previsto sus estudios y fue nombrado formador del Seminario
Menor. Cuando, por fin, fue ordenado presbítero; recibió la misión de la
coadjutoría de El Ejido.
Aunque su ministerio sólo pudo durar tres años, los ejidenses
apreciaron su entrega pastoral. Presto a socorrer al prójimo, vivía con
austeridad y rechazó la herencia paterna. Su hermana doña Dolores cuenta que: «
Cuando bautizaba o casaba a algún hijo de familia que no tenía medios, él nunca
cobraba nada. En una ocasión bautizó al hijo de una familia gitana y se
marcharon muy contentos porque, además de no cobrarle, les invitó a desayunar.
»
Detenido nada más iniciarse la Persecución Religiosa, el veintiuno
de julio de 1936, lo encarcelaron en Dalías. Al día siguiente lo llevaron a la
cárcel de Berja, dejándolo en libertad vigilada el siete de agosto. El día doce
trató de escapar, pero fue descubierto en Peña Rodada. Quisieron que blasfemara
sobre una medalla de la Madre de Dios, pero prefirió tragársela a profanarla.
Completó su cautiverio en las prisiones de Berja y El Ejido.
En la Albufera de Adra fue martirizado a sus veintiocho años,
pidiendo morir antes que otros dos prisioneros para para darles la absolución.
El siervo de Dios don José Peris Ramos lo sepultó. Su hermana recuerda que: «
Mi madre nos pidió a todos los hermanos que no tomáramos venganza con la muerte
de mi hermano, que había que aceptarlo con paciencia porque Dios lo había
permitido así. »
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