Hijo de un escribiente velezano,
fue bautizado en la fiesta de la Candelaria en la Iglesia Parroquial de santa
María la Mayor de su ciudad natal. Con veintidós años, en 1891, experimentó la
llamada vocacional e ingresó en el Seminario de Granada.
Ordenado presbítero el veintiuno de septiembre de 1895, fue enviado
a la coadjutoría de Berja. No permaneció allí mucho tiempo, pues durante largos
años ejerció el ministerio en Argentina. Regresó a España y, el veintiséis de
octubre de 1928 fue nombrado Coadjutor de Adra y Cura Ecónomo de la Parroquia
de Nuestra Señora Virgen de las Angustias de La Alquería. También se ocupaba de
la ermita de la Santísima Virgen del Carmen de Río Chico, tan venerada por
aquellas tierras.
Presbítero íntegro de carácter fuerte, don Antonio Martín recordaba
que: « No se acobardaba de dar la cara para defender la fe y la Iglesia. En
cierta ocasión un grupo de mozalbetes se mofaba de un grupo de señoras que
acudían al templo para orí Misa y el siervo de Dios acercándose al grupo, con
buenos modales, les llamó la atención y les pidió respeto para esas señoras. »
Desde el inicio de la Persecución Religiosa fue maltratado. Aunque
ya contaba con sesenta y siete años, como era un hombre fuerte, lo obligaron a
cavar las fosas en la Albufera para sepultar a los fusilados por los
milicianos. De este modo, el diecinueve de agosto enterró el cuerpo del siervo
de Dios don Gregorio Martos Muñoz.
En la noche del uno de septiembre los milicianos irrumpieron en su
casa junto al siervo de Dios don Francisco Manzano Cruz, detenido con
anterioridad. Los dos Coadjutores abderitanos fueron llevados a la rambla de
Albuñol, donde sufrieron tortura y recibieron la palma martirial.
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