Bautizado el mismo día de su
nacimiento en la Iglesia Parroquial de san Ramón Nonato de su pueblo, ingresó
en 1889 en el Seminario de Almería. El nueve de junio de 1900 fue ordenado
presbítero y enviado a la coadjutoría de Cantoria. Tras cinco años fue nombrado
Coadjutor de Vera.
En 1907, tras dos años en Vera,
realizó una permuta para ocuparse de la coadjutoría de su pueblo natal. A
Zurgena entregaría el cuarto de siglo que le restaba. Su sobrina Juana decía
que: «De mi tío guardo un recuerdo muy bueno, pues con nosotros se portó como
un padre; yo me crié junto con mis hermanos con él. Mis padres murieron
dejándonos muy jóvenes, sobre todo a mí. Cuando iban los pobres a pedirle
aceite, harina, patatas... de lo que tuviera, se iban siempre con el capazo
lleno. Era muy cariñoso con todos. Los domingos decía Misa en Palacés; iba en
una borrica pequeñita que tenía, y aunque cayeran chuzos de punta no dejaba de
ir. »
Quisieron prohibirle ejercer su
ministerio con la Persecución Religiosa, pero contestó: «Sí alguien viene a
bautizar a su hijo, o vienen a casarse porque quieren, mi obligación es
atenderles, porque soy sacerdote. » Fue detenido en las primeras horas del uno de
septiembre de 1936, a sus cincuenta y nueve años, y preso en La Alfoquía.
Liberado a las pocas horas, su
sobrina recordaba que: «Al llegar a casa nos dijo: “De esta nos hemos librado,
veremos que sucede la próxima vez”. Por la tarde, a las cinco más o menos,
fueron a buscarlo nuevamente a casa y ya no volvió. Lo llevaron, junto con
otros cuatro sacerdotes, a los pozos de Tabernas. Según contaron a mi cuñado
unos vecinos de Tabernas, todos murieron gritando: ¡Viva Cristo Rey!” »
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