Bautizado el día después de su nacimiento en la Iglesia Parroquial
de san Ramón Nonato, su pariente doña Antonia Parra recuerda que: « Vivió una
infancia muy mala porque su madre falleció cuando él y sus dos hermanas eran
aún pequeños; después falleció también su hermana menor; mi madre y mi tío tuvo
que hacerse cargo de las tierras y trabajar en ellas porque el padre no sabía
realizar este trabajo.»
El diecisiete de diciembre de 1910, tras estudiar en el Seminario
de Almería, fue ordenado presbítero en la capilla del Palacio Episcopal. Cinco
días después celebró por vez primera la Misa en su pueblo natal. Su primer
destino fue la capellanía de la Virgen del Socorro de Tíjola. En 1913 fue
nombrado Coadjutor de Taberno y en 1916, regresó a la coadjutoría de Tíjola.
El veintiuno de febrero de 1920 tomó posesión de la coadjutoría de
santa María de Albox, donde permaneció el resto de su ministerio. Aunque quedó
casi ciego, no cesó su apostolado y creó el primer centro de la Acción Católica
almeriense en la ermita de Nuestra Señora del Carmen del Llano de los Olleres.
Don Diego Granados, un antiguo feligrés, decía que: « Era un hombre muy
cariñoso, afable, caritativo, comunicativo. Los jóvenes anhelaban confesarse
con él. Él se sentaba todos los días en el confesionario antes de la Misa. Daba
catequesis, hacía apostolado y atraía la gente hacia Dios. »
Con gran llanto se trasladó a Zurgena, cuando arreció la
Persecución Religiosa. El uno de septiembre de 1936, por estar muy enfermo, no
fue detenido junto a los otros cuatro presbíteros de su pueblo. Regresaron por
él más tarde y, a sus cincuenta años, murió mártir antes de llegar a los pozos.
Su sobrina narra que: « Cuando la gente se enteró de que lo habían
matado vinieron a casa algunas familias humildes para devolver el dinero que mi
tío les había prestado; mi abuela no consintió aceptar, les digo las gracias y
les dijo que mi tío tampoco lo hubiera aceptado.»
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