Recibió las aguas bautismales el mismo día de su nacimiento en la
Iglesia Parroquial de san Ramón Nonato de su pueblo. Educado con fervor por su
familia, a los diez años marchó al Seminario de san Fulgencio de Murcia en
1887. Trasladado al Seminario de Almería, fue ordenado presbítero el seis de
junio de 1903 y celebró su primera Misa dieciocho días después.
Nombrado Coadjutor de Purchena, dos años después pasó a la
coadjutoría de Turre. En 1907 fue Coadjutor de Serón y, tras opositar, tomó
posesión de la Parroquia de san Sebastián del Marchal de Lubrín en 1912. En
1919, después de ocuparse de Torrentes durante unos meses, fue nombrado Párroco
de Fuencaliente. Párroco de Somontín en 1929, en 1935 regresó a la Parroquia de
Fuencaliente.
Presbítero muy piadoso y enamorado de la Madre de Dios, nunca
acopió bienes materiales: « Lo que tengo es para los pobres. » Cuando solían
advertirle que se mostrara más prudente ante los laicistas, solía responder: «
Es usted un cobarde; no tendría yo tal dicha de morir mártir. »
Como recuerda doña Dolores Membrive, al estallar la Persecución
Religiosa, el siervo de Dios: « No consistió quitarse la sotana ni renunció a
salir a la calle, continuó realizando sus visitas a los enfermos y ancianos y
celebrando la Misa cada día. Los mismos revolucionarios del pueblo lo
respetaban y le decían que no temiera nada de ellos, que era buena persona y
que no le harían daño. »
Asustados, sus familiares se lo llevaron el veintisiete de julio
de 1936 a Zurgena. Antes de llegar, se detuvo para confesarse en Alcóntar y
dijo: « Una vida tengo y ésta la quiero para Dios. Si en esta persecución Dios
me llama a su seno, bendito sea. » Junto a cuatro presbíteros de su pueblo
recibió el martirio a los cincuenta y nueve años de edad.
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