Nacido en el mismo pueblo que Gonzalico, el célebre niño mártir
de las Alpujarras, fue bautizado en la Iglesia Parroquial del Cristo de la Luz
el mismo día de su nacimiento. Sus padres, humildes labriegos, lo enviaron al
Seminario de Gracia de Granada y fue ordenado presbítero el dieciséis de julio
de 1905.
Como
Párroco de Alcolea, tuvo que hacer frente a violentas ofensivas laicistas. En
una ocasión tuvo que pasar toda la noche en el templo, pues habían amenazado
con prenderle fuego durante las celebraciones del ejercicio de las flores a la
Santísima Virgen. Dos meses antes de su martirio, mientras oficiaba un responso
ante el ataúd de una joven, lo encañonaron con una escopeta.
Obligado
a marcharse por la Persecución Religiosa, al atravesar el puente dijo: «¡Adiós
Alcolea!» y bendijo al pueblo. Se refugió en casa de unos amigos en Picena y,
cuando se dirigía a Granada con otros dos presbíteros, un ataque al corazón
detuvo su marcha. Doña Isabel Fernández, antigua feligresa, narraba así lo
ocurrido: «Se encaminó solo y lentamente a un cortijo que aparecía a lo lejos
con una luz en la puerta. Era tan bueno y sencillo que no ocultó su condición
de sacerdote a los que allí estaban. Éstos resultaron ser espías rojos y
llamaron a gente de Berja que lo apresó.»
En
la madrugada del veinte de agosto, junto a ocho prisioneros, fue arrojado a un
camión y conducido al cementerio de Berja. Al negarse a bajar del vehículo,
allí mismo fue tiroteado. Arrastrado hasta la fosa, advirtieron que aún vivía y
musitaba: «¡Ay Dios mío!». Con el azadón del sepulturero machacaron su cráneo y
alcanzó el martirio a sus cincuenta y cinco años de edad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario