Nacido en la humilde panadería de sus padres, fue bautizado un
día después en la Iglesia Parroquial de san José de su pueblo natal. Segundo
vástago de una familia de siete hermanos, su padre solicitó que fuera admitido
en la sección económica del colegio de san Fernando de: «Por ser familia
numerosa y de escasísimos recursos.»
Seminarista
desde 1884, concluyó sus estudios eclesiásticos en el Seminario de san Cecilio
de Granada y recibió el presbiterado el quince de mayo de 1897. A las
Alpujarras, su comarca natal, entregaría más de tres décadas de su ministerio.
Primero fue Coadjutor de Torvizcón, después ocupó la coadjutoría de Mecina
Alfahar y la Parroquia de Nechite. Finalmente fue nombrado Cura Propio de la
Parroquia del Santo Ángel de Darrícal y Encargado del Santo Cristo del Consuelo
de Lucainena.
Doña
Dolores Ruiz, que asistía a las visitas que realizaba a su paisano el siervo de
Dios don Juan Moreno en la próxima localidad de Benínar, lo recordaba así «Era
un sacerdote mayor, algo sordo, lo que le obligaba a hablar en voz alta. Su
imagen era la de un hombre bueno, muy humano.»
El
siete de agosto de 1936, ante la violencia de la Persecución Religiosa, no tuvo
más remedio que abandonar Darrícal e internarse en la fragosidad de la sierra.
Como le aseguraron de que no sufriría ningún daño en atención a su edad,
regresó a Válor y se refugió en casa de unos sobrinos. Al día siguiente fue
detenido y, tras sufrir cárcel en Ugíjar, fue arrastrado a la prisión de Berja.
Fue martirizado, a sus sesenta y siete años, junto a otros dos presbíteros en
el cementerio virigitano.
Monseñor
Matarín escribió: «Pudo librarse de morir y no lo hizo. Prefirió perder su vida
antes que negar a su Señor, del que se confesó discípulo y sacerdote.»
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