FUENTE DIÓCESIS DE ALMERÍA
Sus padres, un humilde cordonero y una
sirvienta veratenses, lo llevaron a bautizar en la Iglesia Parroquial de la
Encarnación de Vera nada más nacer. Tras estudiar en el Colegio de san Juan de
Almería y trabajar como fámulo, ingresó en 1891 en el Seminario de san
Indalecio. Brillante estudiante, en 1912 obtuvo una licenciatura teológica en
Granada. A los seminaristas impartía muy variadas materias.
Ordenado presbítero el diecinueve de
diciembre de 1903 en la capilla del Hospital Provincial de Almería, dedicó a su
ciudad natal los cinco primeros años de su ministerio. Extraordinariamente
dinámico, llegó a fundar una ermita dedicada a san Antonio Abad donde impartía
catequesis. Cura Regente de Bédar en 1909, fue premiado por su heroica caridad
durante la epidemia de tifus. Desde 1913 los sucesivos Obispos le confiaron
importantes responsabilidades en la ciudad de Almería, difíciles de sintetizar
aquí. Aunque el veintinueve de mayo de 1929 tomó posesión de una canonjía en la
Catedral almeriense, continúo como solícito Capellán de las religiosas de la
Compañía de María.
Detenido el uno de agosto de 1936, tras
sufrir los envites de la Persecución Religiosa, lo enviaron al Hospital
Provincial por su pésimo estado. Al que lo cuidaba confío: «Anoche volvieron
los del Comité y quisieron que blasfemara, al no conseguirlo me han emplazado
para día que salga de aquí.» Para librarlo el enfermero trató de prolongar el
tratamiento, pero el siervo de Dios se opuso: «Estoy en las manos de Dios que
me ayudará, ¡no faltaba más! Por mucho que me hagan, el Señor me ayudará a
morir, si es preciso como un cristiano.» Al día siguiente, como lo encontraron
rezando el Rosario, le dispararon un tiro en el hombro. Él gritó: «¡Dios mío!,
¡Regina Martyrum!». Le dispararon en el cuello y dijo: «¡Señor, es por ti y los
perdono! No saben lo que se hacen.»
Al arrastrarlo al cementerio de Almería, fue
saludado con estas palabras: «¡Anda Morata, que sí no te he matado antes te voy
a matar ahora!». Al amanecer, los milicianos comentaban: «Sería cura, pero era
un tío con un par de pantalones. Cuantos más tiros recibía, más gritaba el muy
canalla: “¡Viva Cristo Rey!” Y no pedía que le perdonáramos la vida, nos
perdonaba él. Sí no le pegamos un tiro en la boca no se calla.»
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